viernes, 8 de julio de 2022

PRESENTACIÓN DEL LIBRO RELATOS DE CUALQUIER TIPO


ENCUENTRO CULTURAL;
LA LIBRERÍA LIBRE,
PRESENTACIÓN DEL LIBRO,
RELATOS DE CUALQUIER TIPO,
COLOMBIA, AÑO 2022.

EN EL ENCUENTRO CULTURAL;
EL ARTISTA DE VENEZUELA,
MOISÉS ROBERTO CÁRDENAS CHACÓN,
HACE LA PONENCIA DE SU NUEVO LIBRO,
RELATOS DE CUALQUIER TIPO,
JUNTO A SU EXPOSICIÓN SOBRE LA CREACIÓN LITERARIA,
PARA EL BIEN DE NUESTRA AMÉRICA LATINA Y EL MUNDO.

DÍA DEL EVENTO,
SÁBADO 9 DE JULIO.

TRASMISIÓN DESDE COLOMBIA,
HORA DE INICIO, 8:00 DE LA NOCHE, HORA DE COLOMBIA,
8:00 DE LA NOCHE, HORA DE MÉXICO,
10:00 DE LA ARGENTINA, HORA DE ARGENTINA,
9:00 DE LA NOCHE, HORA DE MIAMI, ESTADOS UNIDOS,
3:00 DE LA MAÑANA, HORA DE ESPAÑA.
REALIZACIÓN DEL EVENTO,
POR EL PORTAL CULTURAL DE LA LIBRERÍA LIBRE.
 
GRUPO ARTÍSTICO DE LA LIBRERÍA LIBRE EN FACEBOOK


PÁGINA ARTÍSTICA DE LA LIBRERÍA LIBRE EN FACEBOOK
 

Diseño creativo del texto,
por los creadores,
La Librería Libre.

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SEBASTIÁN NOVAJAS COFRÉ - LAS MANCHAS DE TU ESPALDA


ARTISTA DEL CUENTO
SEBASTIÁN NOVAJAS COFRÉ

LAS MANCHAS DE TU ESPALDA

Te la encuentras desnuda en la chacra de tu casa. Una pocita de agua oscura, dejada por la garúa de la tarde. Ella tiembla en posición fetal. Se podría decir que es tu primera visita desde que dejaste la vida citadina. El azadón y el rastrillo está a tus pies, aplastando los primeros brotes de unos cebollines. Ella ante ti, s como un vaticinio de una deidad primigenia. El sonido de la carretera a lo lejos; otro camión maderero, ya reconoces algunos ruidos de tu nuevo habitad. La mujer con la respiración entrecortada tiembla; te sacas la chaqueta de mezclilla y te acercas como si le fueras a tapar el rostro a un caimán. No tienes respuesta, salvo por la vibración de su cuerpo ante tu tacto caliente. La ves a la cara y parece una muñeca de porcelana, pero con la piel trigueña y el pelo marengo apelmazado. Crees advertir unos colmillos. Un parpadeo y esa imagen desaparece y ahora ella está hincada en el barro de la acequia. 
La sujetas por los hombros, sopesas que hacer con ella; llamar a la policía y decir que encontraste en los brotes de tus cultivos y malezas a una mujer con los ojos de las noches sin luna, no lo crees, como tampoco esa visión de unos grandes colmillos blanquecinos, emergiendo de la parte superior de su dentadura. Al llegar al umbral de la puerta la observas con mayor claridad, arrastra los pies. A ella temblorosa, la sientas en una silla plástica verde claro, para correr una maceta de greda que está a punto de caerse de una banca, hecha de un tronco de lapacho seco, que encontraste en medio del predio cuando apenas habías llegado a residir. Una vez adentro buscas entre los baúles y sacas una manta de lana color borgoña y se la pones sobre los hombros, sin quietarle la chaqueta. Ella no reacciona; tiene la mirada ida en dirección a la pared de barro que da al pasillo. 
Ahora la sientas frente a la mesa de madera con los bordes negros. Buscas un fosforo y prendes uno de los fogones de la cocinilla. Intentas meter conversación, pero esa mujer aborta con su silencio, cada uno de tus esfuerzos. No le quitas la vista de encima. Mucho rato mirándola la pone en alerta como una gata. El silbido de la tetera la descoloca y retrocede dejando caer la manta de lana, pela los dientes. Ni siquiera la interpelas, sientes lastima por una mujer con rasgos tan delicados, pero tan maltrecha a la vez en su cuerpo. Con las palmas a la altura de tu pecho, la llamas a la calma y le pides que se acerque. Busca una esquina donde resguardarse. De a poco te acercas, medio encorvado, con las palmas abiertas. La respiración se le calma y ves su costado con cicatrices, cerca de las costillas. Se acerca a ti, como esas crías de perros abandonados que saben que no deben confiar en nadie, pero aun así necesitan ayuda. La consonancia de sus ojos y su respirar hondo, te inquieta. Logras que se siente otra vez y consigues colocarle la manta en las piernas magulladas y embarradas. Ella no hace nada por acomodarla y se queda a torso descubierto. 
De una fuente metálica le ofreces un poco de costillar de cerdo, no tienes ningún animal al que faenar, y ese lo compraste en la carnicería del pueblo, aunque pensaste en intentar criar los propios para comida, pero luego de saber que les pegaban un golpe en la cabeza para aturdirlos y luego los degollaban y gritaban hasta que no quedaba ápice de sangre en sus venas; tu deseo de criar tus propios productos cárnicos, menguó bastante. Al separar la carne del hueso, crees que le haces un favor, te cortas la punta del índice. Te chupas el dedo y ella alza la cabeza, olisquea y se da vuelta. Ahora hay silencio y luego surge el aullido de un mono y el canto de los grillos, quiebra el hielo.
Ya su piel comienza a cambiar, sublime quedas ante esa imagen de mujer, parece que su piel, se convierte en un pelaje de color marrón amarillento, se va extendiendo por todo su cuerpo, las manchas negras se vuelven irregulares, ella se revuelca en el suelo de tierra acompasada y produce un estertor que te pone en una posición defensiva con el corazón, bombeando a mil, se retuerce otro poco y en su columna ves las protuberancias redondas marcarse en la piel. Te alejas de ella y esta mujer, huele tu miedo y te da más espacio, estás aquietado en un rincón. Ella apunta en dirección al vergel y la luna llena que se asoma. 
Ahora tú le apuntas con un dedo tembloroso a ese pelaje moteado, igual ella no te responde, pero sus ojos te dicen que no es una amenaza, por lo menos, no para ti. Desde tu distancia estiras una mano como si tocaras a la bestia herida. Y las manchas de tu espalda, son las únicas palabras que te salen en un hilillo desde la garganta. 
Ella cambia la postura y puedes ver como de sus manos emergen unas garras curvadas y se rasca en el suelo, alrededor de la mesa. Ahora crees que estás en un estado febril y que cualquier lucidez se ha perdido en medio de ese páramo campestre, con la selva a tu espalda. 
Ella ni siquiera te mira, no eres una amenaza y tú obnubilado, contemplas como una cola con la punta roma y negra, emerge desde su coxis, ahora ella como una bestia.  

Sebastián Novajas Cofré;
Artista de Chile.
Fotografía del texto,
por El artista del bien,
La mujer loba y la noche.

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