ARTISTA DE LOS POEMAS
JULIO CÉSAR ARCINIEGAS
LA POESÍA DE LAS COSAS
LOS CREDOS
III
Una mano aficionada en llamas
escribe sentada en los linderos.
Y la tarde aislada de servidumbre
donde la savia prepara
los duros trabajos del orden.
Después que recibiera la cantidad,
invisible a todos.
Su aclaración a ciegas de la densidad
o el designio de vivir a rayas,
donde nace lo negro.
A la hora de arremeter contra
los dobles del espejo,
se volvió a la deriva del aire.
En la clave en que nos arrodillamos
en la lluvia, dados a la consagración
de los bordes, o el frio de la llama y
del fondo brillando la gravedad
del silencio donde muere la forma
en las cosas comprendidas,
a la promesa de la eternidad de sal.
IV
El ángel de la sabiduría,
mientras consuela las grietas impares,
a pesar del enfado del paraíso,
o de aquellas vidas juntadas,
sin que haya ardido el fuego
y el plural viento, sin ser jamás semilla,
o el numero arriba, dentro de un cielo,
que oye alzar el techo, sólo las alas lo saben,
mientras no hablan otra cosa,
el mármol y las estrellas.
En la noche están los pasos, turnándose.
Y del más allá del día, algo sucede,
no en la redondez total del viento,
sino en la batalla de la luz y la sombra.
Julio César Arciniegas,
Poeta de Colombia.
Ilustración del texto,
por Dark souls,
La mujer de la luz que vive en el bosque.
III
Una mano aficionada en llamas
escribe sentada en los linderos.
Y la tarde aislada de servidumbre
donde la savia prepara
los duros trabajos del orden.
Después que recibiera la cantidad,
invisible a todos.
Su aclaración a ciegas de la densidad
o el designio de vivir a rayas,
donde nace lo negro.
A la hora de arremeter contra
los dobles del espejo,
se volvió a la deriva del aire.
En la clave en que nos arrodillamos
en la lluvia, dados a la consagración
de los bordes, o el frio de la llama y
del fondo brillando la gravedad
del silencio donde muere la forma
en las cosas comprendidas,
a la promesa de la eternidad de sal.
IV
El ángel de la sabiduría,
mientras consuela las grietas impares,
a pesar del enfado del paraíso,
o de aquellas vidas juntadas,
sin que haya ardido el fuego
y el plural viento, sin ser jamás semilla,
o el numero arriba, dentro de un cielo,
que oye alzar el techo, sólo las alas lo saben,
mientras no hablan otra cosa,
el mármol y las estrellas.
En la noche están los pasos, turnándose.
Y del más allá del día, algo sucede,
no en la redondez total del viento,
sino en la batalla de la luz y la sombra.
Julio César Arciniegas,
Poeta de Colombia.
Ilustración del texto,
por Dark souls,
La mujer de la luz que vive en el bosque.