miércoles, 30 de agosto de 2023

SOBRE LA EDICIÓN DE LIBROS POR RAQUEL BRUNE


DE LA ARTISTA DE ESPAÑA;
RAQUEL BRUNE,
UNA CONFERENCIA MAGISTRAL,
SOBRE LA EDICIÓN DE LIBROS.
PARA TODOS LOS AMIGOS DEL BIEN,
QUE AMAN LA LITERATURA Y LAS BELLAS ARTES.



Fotografía del texto,
por Semhia Oskan,
La librería de la luz.

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lunes, 28 de agosto de 2023

LA GESTA DE LOS LIBROS MUNDIALES DE LA LIBRERÍA LIBRE UNO


LA PRESENTACIÓN DE LOS LIBROS MUNDIALES; 
LA LIBRERÍA LIBRE, 
NUEVOS ESCRITORES Y POETAS, 
PARA TODOS LOS AMIGOS DEL BIEN Y DEL ARTE.


LA PRESENTACIÓN DE LOS LIBROS MUNDIALES; 
LA LIBRERÍA LIBRE, 
NUEVOS ESCRITORES Y POETAS, 
PARA TODOS LOS AMIGOS DEL BIEN Y DEL ARTE.


Portada del libro,
por los creadores,
La librería libre.
 
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miércoles, 23 de agosto de 2023

INFORMATIVO SOBRE LA RECEPCIÓN DE ESCRITOS PARA LA LIBRERÍA LIBRE

 
INFORMATIVO DE ACTUALIDAD;
PARA LA RECEPCIÓN DE TEXTOS,
LA LIBRERÍA LIBRE.


INFORMATIVO DE ACTUALIDAD;
PARA LA RECEPCIÓN DE TEXTOS,
LA LIBRERÍA LIBRE.


INFORMATIVO DE ACTUALIDAD;
PARA LA RECEPCIÓN DE TEXTOS,
LA LIBRERÍA LIBRE.


Diseños del texto,
por los creadores,
La Librería Libre.

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lunes, 21 de agosto de 2023

MOISÉS ROBERTO CÁRDENAS CHACÓN - LA VOZ DE UNA DIVNIDAD


ARTISTA DEL CUENTO
MOISÉS ROBERTO CÁRDENAS CHACÓN

LA VOZ DE UNA DIVINIDAD

El animal era un tigre con rayas negras, las cuales corrían como relámpagos por su cuerpo. Cuando el tigre abrió sus fauces y sentí su aliento, noté sus dientes puntiagudos. El ser levantó unas de sus patas hacia mi rostro, mostrando sus uñas filosas. Yo forcejeé unos minutos para escaparme de él y como pude, logré liberarme. Entonces corrí hacia la puerta de la casa, la abrí de manera rápida y me alejé del lugar; asustado por la visita de aquella criatura. Deambulé por las calles de un lado a otro, tratando de relajarme, pero por donde iba, todo era penumbra y eso me asustó. 
No recuerdo muy bien cuánto tiempo, pasé fuera del hogar, caminando a solas por la ciudad. Lo que si recuerdo es que cuando decidí volver a mi vivienda, los grillos cantaron de forma ensordecedora. Por mi mente, pasó la idea que el animal ya no estaba en mi casa, así que agilicé mis pasos para llegar lo más rápido a la vivienda, pero mientras iba en dirección hacia mi destino, me topé con un hombre de edad avanzada con intensos ojos negros, quien tenía una mirada noble y una larga barba blanca. Él llevaba puesto un manto de lino color púrpura. Cuando me vio, no pronunció ninguna palabra, sólo me vio fijamente a los ojos por unos minutos y luego desapareció, dejando en el piso su túnica.  
Me quedé perplejo por lo ocurrido, miré hacia todos lados y no había nadie. De pronto pasó un viento frío, miré hacia el suelo, vi la tela, la levanté rápido y cubrí mi cuerpo con la túnica. En ese preciso instante, escuché el rugido del felino. Entonces apresuré los pasos, con la intención de buscar un sitio para refugiarme. En el camino, encontré una calle empinada, la subí rápido. 
En la cima, había un arco de madera pintado de anaranjado con rayas negras y estaba cerca de una casa de color blanco. La vivienda tenía en la entrada, tres tinajas de barro, llenas de agua. Me acerqué de forma lenta para beber un poco, pero cuando estuve a punto de tomar el agua, se abrió la puerta de la casa. Miré desde el dintel, que había colgados unos candelabros de bronce. Miré de nuevo el lugar, sentí curiosidad por entrar a la casa, no obstante, dudé un poco. Observé el arco de madera y en ese preciso momento, escuché un fuerte rugido, entonces no lo pensé más y yo ingresé. 
Dentro de la casa, vi un amplio salón que se iluminaba por unas velas rojas, las luces mostraban cinco puertas como si se tratara de pequeñas habitaciones. Elegí una al azar, la abrí y la cerré con fuerza. Me senté en el suelo para descansar un poco, miré hacia los lados, observé que en el cuarto había otra puerta y en una pared de la habitación, colgaba el cuadro de un tigre. Lo contemplé en silencio, parecía como si estuviera vivo, tenía una mirada de fuego. Noté sus rayas, se movían como rayos. En aquel momento, pensé en el maestro, Jorge Luis Borges, recordé sus tigres. Invadido por la ilusión, me pregunté, “¿Por qué un animal tan bello, ofrece un espíritu tenebroso y al mismo tiempo, una admiración artística?”. 
Encerrado en ese mundo místico, recordé las bellas mitologías de tigres. De pronto, unos fuertes golpes me despertaron. El ruido salió de la puerta que estaba allí, sentí una punzada en mi espalda, luego me invadió un escalofrío. Los golpes se hicieron intensos, mi corazón se aceleró. Respiré profundo, abrí la puerta lentamente y entonces vi al tigre echado en el piso. El felino cerraba y abría los ojos, golpeaba el suelo con su cola. Di unos pasos hacia atrás, para no despertarlo, pero me tropecé. El animal abrió los ojos, se fijó en mí y se incorporó despacio. Pensé que iba a rugir, pero el tigre dio unas vueltas y se echó de en el suelo. Cuando lo vi tendido en el piso, parecía un gato indefenso, así que cerré la puerta con mucho cuidado, para no despertarlo. 
Segundos después, salí del cuarto, volví al amplio salón y me animé a abrir otra de las puertas. Elegí de nuevo una al alzar. Entré a una habitación que estaba llena de gente y frente a ellos, se encontraba el anciano de barba blanca, el mismo que yo había visto en la calle.
Para aquella ocasión, el hombre les relataba a las personas sobre el poder del fuego divino. El tema estaba interesante, así que busqué una silla y me senté adelante. Sólo escuché el anciano por unos minutos, porque de repente detrás de él, apareció el tigre y rugió de una forma fuerte. Enseguida, el animal se me acercó lentamente, mis piernas temblaron, yo puse mis manos en el rostro, cerré los ojos y agaché la cabeza esperando sus afiladas garras. Sentí un aire sobre mi cabeza, abrí los parpados, me volteé para verlo, pero el tigre ya no estaba. Miré en silencio al anciano y a los asistentes y mientras los observaba, ellos desparecieron en un instante. Yo toqué mis prendas y se desvaneció el manto purpura. En ese momento, sólo vi las paredes, el amplio salón y las luces de las velas, no supe que ocurrió, así que salí del lugar. 
Afuera en la calle, la luna alumbraba, su luz me permitió caminar en dirección a mi hogar, pero mientras iba por un sendero de tierra, el felino apareció y rugió de forma voraz. Abrió sus fauces, emitió una voz divina, se abalanzó sobre mí, entonces esperé su mordida y aquí entonces, sentí una brisa, abrí los ojos despacio, estiré mis brazos y me di cuenta de que todo era un sueño. Momentos después, me levanté, miré por la ventana de mi habitación y dejé al tigre bajo la luna, poseída por los besos de las estrellas. 

Moisés Roberto Cárdenas Chacón,
Artista de Venezuela.
Fotografía del texto,
por Jiry Mikolas,
El tigre del sol.

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martes, 15 de agosto de 2023

JULIÁN DAVID RINCÓN RIVERA - ME FALTA UN PEDAZO

 
ARTISTA DEL CUENTO
JULIÁN DAVID RINCÓN RIVERA

ME FALTA UN PEDAZO

Le pregunté al día, que me apuntaba todas las mañanas frente a la vida y dijo que los recuerdos los había dejado al otro lado de las montañas.
Busqué en el aire del aliento en las mañanas, en el sudor del trabajo en cada jornada, en risas, en lágrimas, en lamentos y gritos de esperanzas.
Lo busqué en los buenos días, en las gracias y en el hasta luego, en el te amo, te extraño, te desprecio. 
Le pregunté a conocidos que no eran amigos y sólo supieron darme indicaciones extrañas de lugares que yo había ya olvidado.
Lo busqué en los recorridos del parque principal, allá en los pasillos de los centros comerciales, en los gritos de los vendedores ambulantes, en las esquinas de los vendedores de aguacates.
Le pregunté al perro de la esquina, al gato de la vecina y el perro sólo meneaba el rabo, mientras que el gato me daba la espalda con indiferencia.
Busqué debajo de las sonrisas, detrás de los gestos, en ojos que iluminan días, en caras que alegran vidas.
Busqué en los vestidos de rosas, en camisas tipo Polo, sobre las huellas que dejan los zapatos en los días de lluvia.
Lo busqué en los remolinos de aire de mariposas blancas, en el cálido asfalto de calles en días soleados.
Busqué en el transporte público, el que va lejos, el que viene cerca, en los transeúntes de todos los días y las mismas jornadas, en los desocupados de sillas de plástico, en los deshabitados de andenes y rincones de asfalto, en los hombres viciosos de parques lejanos, en los ladrones de cuello firme, saco y corbata.
Busqué en los bares, cafés y bibliotecas, en los licores de los viernes por la tarde, en los capuchinos con galletas solitarias, mientras se pintan las sombras en todos los rincones del parque, en los estantes silenciosos y en el polvo que se acumula en miles de libros apretujados y expectantes.
Lo busqué en los recuerdos, palabras y lamentos, en las letras de los libros, en la rima de los poemas, en los compases de mis canciones preferidas, en los estados de supuestos conocidos, en los mensajes que se eliminan a causa del olvido, en las borracheras de la madrugada, en la complicidad de dos amantes en la cama, en el desespero del hombre solitario en la ventana.
Lo busqué en los asaderos, supermercados, fruvers y tiendas de barrio, hasta en las discotecas y sitios donde sólo en las noches es permitido hacer algo artístico. 
Y la verdad, luego de tanto buscar, nada me dio razón de ese trozo que se me había perdido, que me hacía falta, que me incompletaba.
Le pregunté incluso a la luna en su indescifrable palidez, pero se ocultó detrás de una nube extraña.
Busqué en el recuerdo que se anexa a las fotos, en lo vivido de los videos de veinte segundos y treinta segundos, en esos audios inconexos y rápidos, en la pereza de escribir, en la locha de borrar para corregir, en las sonrisas que un día fueron mías, en los besos que nunca se dieron, en los abrazos que habían quedado en el pasado.
Además busqué en las cobijas de noches frías, en el desvelo de un amor incompleto, en la canción que se repetía con elocuente satisfacción, en el rastro del alumbrado público, en los pies que se arrastran, en las miradas bajas.
Ya luego de tanto buscar y no encontrar, un día mágico de sol, di con el pedazo que me faltaba. Y al recogerlo, me di cuenta que ese pedazo, sólo era uno de todos los pedazos que me faltaba.

Julián David Rincón Rivera,
Artista de Colombia.
Fotografía del texto,
por Cottonbro,
El misionero de la causa libertadora.

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miércoles, 9 de agosto de 2023

OMAR TISOCCO - EL REFUGIO QUE FRECUENTO

 
ARTISTA DEL CUENTO
OMAR TISOCCO

EL REFUGIO QUE FRECUENTO

Mi trazo se vuelve oscuro y la noche se me adueña, aunque siga siendo leña de un fuego que me hace puro y haya vencido al apuro de quien en vano se empeña. Pierde importancia la forma y también el contenido, si me doy por bienvenido, aunque no acate la norma y no acepte más reforma que la mano de un amigo.
Ya no pongo de testigo al supuesto milagroso, porque ahora el peligroso se encuentra igual de perdido que aquel que vive escondido, haciendo de sí un esbozo.
Mi trazo se vuelve oscuro cuando escribo lo que siento y se sabe que no miento si con certeza aseguro que soy el fruto maduro del esfuerzo sin acierto.
Soy la letra y la figura de una pluma que da el viento, soy quien queda sin aliento en medio de la amargura, soy el guardián de la ternura del refugio que frecuento.
Soy ese del paso lento que de su estirpe es omega, convertido en estratega que en medio del descontento es patriarca de sustento del amor, que fiel se entrega. Soy quien se ha vuelto maestro en el arte de aprender de aquellos que al reprender muestran su lado siniestro, reduciendo al más honesto como un trapo viejo.
Por eso nunca he querido consignar a este mercado, otro ser que esté signado por suerte de mal nacido, habiendo al fin preferido no dar de mí, ese legado.
Soy final de primavera, otoño con buen aspecto y aun tratado como insecto, siembro esperanza en la espera, porque a pie sobre la acera, se respeta al hombre recto.
Soy un alma del pasado y una causa sin efecto que cultiva en el afecto de aquella que está a su lado todo lo bueno, logrado con pretérito imperfecto.
Soy olvido en su defecto y un buen guía en la espesura, soy acertada lectura del pobre y el opulento, con el hombro siempre atento, para cargar mi cordura.
Soy la sombra entumecida que perdura en un fragmento reducido al elemento más sutil que da la vida, el que evita mi partida y me sostiene por dentro. 
Soy amor en dictadura y soy fiesta en el convento, soy el reto al corpulento que aprisiona mi soltura, soy brutal literatura del refugio que frecuento.

Omar Tisocco;
Artista de Argentina.
Fotografía del texto,
por Jospeph Red Field,
La mujer lectora.

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martes, 1 de agosto de 2023

JESÚS JIMÉNEZ REINALDO - MORIR DE MAR Y VINO OSCURO


ARTISTA DEL POEMA
JESÚS JIMÉNEZ REINALDO

MORIR DE MAR Y VINO OSCURO

Han sembrado la ciudad de estatuas griegas
las últimas lluvias.

Con la llegada del arte,
las avispas sacan al sol sus aguijones dolorosos
y arremeten contra la recóndita soledad de los efebos.

¡Qué pasión de carne y mármol! 
¡Qué angustia de vida en las vetas sin sangre de la piedra!

En sus múltiples posturas, los durmientes,
luna de oliváceos ojos sus anillos de musgo,
parecen estirarse tras el fin del invierno
y se despojan, metal, adobe, mortero y escayola,
de los postreros pegotes de la escarcha.

Mojan sus labios,
mancha el rubí en las noches de celos,
latidos de savia nueva que no me pertenecen,
pero cuya humedad siento una vez más,
en esta explosión arquitectónica de las amapolas salinas.

Ocultas tras los lirios de Vincent van Gogh,
tras los nenúfares del viejo Monet,
puedo oír los chapoteos en la alberca,
los dulces baños en la charca de Arcadia,
barcas mecidas por la brisa en Leyden,
susurros amorosos del jardín de Giverny.

Pero que no te engañen los ecos de la ciudad dormida,
que ahora apenas se despierta del letargo,
el mundo ya no es tan solo hojarasca yerta
que oculta a las voraces arañas de la muerte,
ni flores desnortadas soñando manantiales;
la ciudad es una galería de torsos y de brazos
que exponen su belleza a los hombres dormidos,
para aguijar su ruina y su nostalgia.

Viajar, acaso divagar, sentir la furia del vértigo
en las curvas sinuosas de la ciudad de estatuas,
una vez más, otro abril más, tan de repente.

¡Qué mortal desazón! ¡Qué angustia el arte!
¡Qué sombrero de mármol la traición del sexo!

Y mientras tanto, las figuras tienden al sol sus lentas carnes.

Acaso yo también, en esta vegetación recién recuperada,
me asome hasta los ojos verdes de tu piel desnuda.
Que necesito el calor acumulado en tus piedras
y la caricia sensual de las vetas de luz,
para no morir de mar y vino oscuro
ante la incesante floración de los almendros.


Jesús Jiménez Reinaldo,
poeta de España.
La Obra Literaria;
Merecedora de Reconocimiento Literario, 
Cuarto Premio Nacional de Poesía,
Organización Cultural Desconfinados,
Valladolid, España, año 2022.

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