martes, 7 de junio de 2022

JORGE ENRIQUE MUÑOZ GALLARDO - EL MASTÍN NEGRO

 
ARTISTA DEL CUENTO
JORGE ENRIQUE MUÑOZ GALLARDO 

EL MASTÍN NEGRO

Bueno, la historia sucedió hace ya mucho tiempo y parece increíble, aunque fue cierta. De hecho, tal como dijo Everardo:
-Lo verdadero a veces parece falso y lo falso pasa por cierto. 
Luego, Everardo se echó un trago de cerveza y continuó hablando:
-El rey Heriberto, sobrino del gran Canuto de Bretaña y sus caballeros, acompañados de las más bellas damas y un puñado de clérigos obesos y sonrosados, comían compartiendo en una entusiasta camaradería. Las jarras de vino, de cerveza, y las fuentes con ciervo y jabalí asado iban de mano en mano, entre risas y palabras de agradecimiento. Cada cual se empeñaba en parecer más galante y muy ingenioso, las anécdotas eran graciosas unas, otras dramáticas, también románticas, y cada caballero mentía, agregando pasajes desmesurados que agrandaban su propia figura. 
-El fraile Loica, motejado así por su extraordinaria capacidad para imitar el canto de esas aves, no se quedaba atrás en el arte de contar historias sabrosas. Todo iba como sobre ruedas hasta que unas extrañas pisadas se oyeron y los integrantes de la alegre reunión, miraron hacia la galería que conducía al salón, y se quedaron mudos al ver a un enorme mastín negro, con los ojos rojos y brillantes como brazas, los colmillos afilados igual que puñales relucían entre la baba espesa que chorreaba de sus fauces entreabiertas. Pero lo más espantoso de aquella bestia era su tamaño descomunal, casi el de un buey. 
-Ya cuando estuvo frente al puesto del monarca, el mastín se acomodó en los cuartos traseros y dejó escapar un aullido triste y prolongado, y mientras se mantenía ese sonido ondulante, misterioso, el rey, los caballeros, y todos quienes estaban sentados a la mesa se iban convirtiendo en perros y perras que giraban alrededor del gran mastín, moviendo la cola, oliéndose las partes íntimas. Y una vez que todos, menos el padre Loica, fueron canes, el gran perro negro abandonó el recinto seguido por la jauría que reconocía en él, su único jefe. 
-Momentos después, cuando el padre Loica, que había salido a dormir la borrachera sobre un saco con paja, que halló en un rincón, volvió al salón, no encontró a nadie y pensó que era cosa de encantamiento. Entonces descubrió las huellas de perro por todos lados y fue por la galería hasta salir al exterior, y pudo seguir las huellas hasta que el pasto y los arbustos ya no permitieron verlas. Presa de un indecible terror se trepó en una encina cercana a la entrada, ahí en silencio, estuvo oculto entre las hojas y aguardó hasta oír carreras y ladridos, desde su escondite distinguió al enorme mastín, seguido de la jauría y los contó; eran treinta y seis con el macho jefe. Entraron todos en el palacio y volvieron a salir al poco rato, los contó otra vez, eran treinta y seis. 
-En cuanto a lo seguido, una vez que estuvo seguro Loica, que ya no regresarían descendió del árbol, entró al palacio y llegó al salón, contó los puestos vacíos, eran los mismos treinta y seis, número de perros, que seguían  al mastín negro, más el suyo propio. 
-Ante la actual situación, el fraile estuvo largo tiempo, meditando sobre el inexplicable suceso, sin embargo al abrir los ojos y sentir bajo su humanidad el saco de paja, comprendió que la insólita visión, había sido un sueño. 
-Luego el fraile Loica, se levantó sin hacer ruido y avanzó en la punta de los pies, al llegar a la puerta y a penas abrirla, miró hacia el interior del salón, estaba vacío, en el piso se veían numerosas huellas de patas de perro. 
Everardo bebió otro poco de cerveza y enseguida terminó su historia diciendo: 
-Amigos, esto ocurrió veintisiete días antes de que la peste negra, diezmara reinos y ciudades en el mundo.

Jorge Enrique Muñoz Gallardo;
Artista de Chile.
Fotografía del texto,
por José García,
El humo y la oscuridad.

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