Canto al duende que husmea en la montaña,
a los arenales, en cuya superficie,
dibujé un corazón de diez orejas cuando era niño.
Canto a esa silueta insurrecta en el socavón,
a las mujeres de Liberia,
porque instalaron una paloma blanca en su país,
a las aves que levantan en sus alas la libertad,
al reverso de tus besos candentes,
que suenan como el latón contra el granizo.
Canto y recanto a los troncos de la selva
que tararean un inmortal susurro de prosperidad,
al aguacero que pasa y se lleva la maleza,
a las estatuas bañadas con aspirina,
a la antorcha encendida un quince de agosto.
Canto a la circunferencia,
porque encierra la verdad y
con su último punto canto
a los pescadores que equilibran,
con buen tacto la balanza.
Javier Claure Cobarrubias,
Artista de Bolivia.
Fotografía del texto,
por Simón Bardet,
La selva secreta.