martes, 16 de junio de 2020

L’OEIL DU CYCLONE


MASANOBU HIRAOKA;
VIVE LA FANTAISIE,
L’OEIL DU CYCLONE.



Leer más...

ROBERT SCHUMANN - KINDERSZENEN - OPUS 15 - NUMBER 13


ROBERT SCHUMANN;
KINDERSZENEN, 
OPUS 15, NUMBER 13,  
DER DICHTER SPRITCH.



Leer más...

LA HISTORIA Y SU MÉTODO IV


EN ESTE VIDEO CULTURAL;
PARA SU CUARTO CAPÍTULO,
EL MAESTRO CARLOS SABINO,
PRESENTA SU NUEVA ENSEÑANZA,
SOBRE LA HISTORIA Y LA CAUSALIDAD.



Leer más...

RUSVELT NIVIA CASTELLANOS - ARTE DE IMPERIOS


ARTISTA DEL CUENTO
RUSVELT NIVIA CASTELLANOS

ARTE DE IMPERIOS

Ahora estoy en la cafetería de las Piscinas Olímpicas. Me veo en esta ciudad poética del olvido precisamente. Hace frío afuera. Doy sorbos lentos a la gaseosa roja que tengo en mis manos. Por lo demás, hace un rato en vida, me fui ubicando en una de las mesas escondidas que hay en este sitio aquietado. Aquí espero por el sin sabor del día y deseo que la gente ame un poco más que este ayer acabado. No lo sé muy bien, pero lo intuyo. Hecho ya por ahí un vistazo a la caída de la noche en este lugar musical. En demasía, procuro por este crepúsculo durante una sola lentitud sin precedentes en la medida que el espacio se va haciendo más oscuro y rodeado de vagas trasparencias angelicales. Sólo hay unas escasas estrellas concertando el universo para este lunes de inquietud y rutina, muy nuestra en los habitantes sonámbulos. Hay una reincidencia hastiada en las ánimas penitenciarias. Siento un cansancio íntimamente saturado de energías molestas en los niños, que se pasean de un lado a otro por las calles del desconsuelo. Ante este hastío, me dan ganas de salir corriendo a donde sea que fuera. Irme hacia cualquier camino perdido hasta el final de la noche, podrá ser lo cuerdo. Igual, no importa mucho el resto del dolor. Pese a esta agonía que hay creída en los poetas, permanezco bajo esta vacuidad inconstante, sin mucho que decir al sin tiempo, sin mucho que odiar a los semejantes. En mi momento, termino la bebida y me distraigo ante una hermosa mujer que va pasando. Acabo de verla seguir la nada. Pero si es claro, ella es una conocida mía. Qué curioso apreciarla, ya está muy cambiada. Ella es delgada y rubia. Estudió conmigo cuando estábamos en el colegio de bellas artes, no era muy tratable para esas infancias. Así que no me acerco a su lindura, para decirle ningún recital de augurio. Mejor dejo que se vaya con su vanidad residente en su ser frío. Eso me atrajo de reojo, mientras yo la descubría, entre su extraña altivez. Al rato, se perdió de mis ojos confusos. 
Ya por mi parte, tomo algo de impulso y me levanto lentamente de la silla plástica en que estaba reclinado. Luego me voy de este instante sosegado. Me salgo de allí en el acto propiamente dicho. Manifiesto asimismo una y otra pisada solitaria. Giro hacia mi derecha sin nada más que un beso ensoñado. Bajo las escaleras de concreto que hay justo enfrente mío. No procuro más esa mujer de otros años juveniles otra vez. Tampoco quiero saber de su belleza ansiosa. Sólo tomo por este pasillo de la izquierda. Presiento que voy por buen camino en este día. Me distancio ahora de su halo taciturnado. Ahora, me voy hacia donde quiero hacerlo. Sigo en silencio por entre las ráfagas de mis aspiraciones puras. Prosigo en compañía de mis desaciertos y mis lejanas alegrías. Descubro entonces por aquí varias mujeres rubias de cuerpos exóticos. Son preciosas para mis ojos aguados. Todas ellas están sudorosas. Son atractivas para cada intimidad acentuada. Hacen ejercicio en las máquinas del gimnasio cuidadosamente. Algunas mueven sus piernas alisadas cuidadosamente en las bicicletas estáticas. Llevan un vestuario ligero. Usan unas blusas apretadas. Sus senos se me hacen fascinantes. Además son muy esculturales para mi soledad momentánea. El ardor de sus rosas aún se siente tiernamente en el mismo aire. El aroma de cada piel suavizada en sus propias linduras me encanta. Eso ellas lo saben en su recuerdo cuando van y se miran frente al espejo de cualquier baño refinado. Así que estas modelos permanecen atentas ante la presencia de algún hombre atractivo por el momento. Algún amante quien quizá se les acerque y las ame sinceramente. Algún muchacho atractivo, quien las seduzca con ciertas caricias, procuradas por ambos enamorados. Luego, hacer de esta curiosa vida algo mejor para cada manera romántica. Tratarlo por lo menos con cualquier mujer de por ahí en las calles. Invitarla a una rumba en la casa del pretendiente agraciado, podría ser lo cortejante. Una cena culminante en algún restaurante de la vuelta, donde sólo se la quiera conocer por segunda vez, sería algo también posible, no cierto que debería ser lo ulterior, qué bueno sería forjar esta inspiración junto a estas flores cariñosas.   
Por lo tanto, voy y las curioseo más de cerca al tiempo que pienso en sus curiosas noblezas. Sólo estar adentro de ellas, que elevado, mujeres de mi verdad pasajera. De paso, figuro otra vez sus besos. Durante esta tranquilidad, pues me distancio de todo lo demás que me rodea superficialmente. Persigo ahora al propio destino acercado. Es algo insospechado a pesar de todo. Para mis profusos adentros las espío a ellas. Descubro mientras tanto que no estaré con los coqueteos de estas rubias, por más tiempo. Charlar con sus alegrías por abajo de las nubes, tendrá que ser otro día. Y sí, convencerme de sus voces por vez primera; procurarlas con alguna melodía de Juan Aristizábal, todo ello no será hoy. Mejor, buscar  la ocasión perfecta. Lo quiero así, porque presiento un extraño desacierto en esta atmósfera, que encierra el recinto. Por eso decido andar más bien hasta el otro lado del sendero. Allá junto al silencio de los pensamientos donde el arte aún existe en compañía de su metáfora y su creación reiterada. 
Han pasado ya varios segundos en molestia de desilusiones. Así que por este motivo, me encuentro donde lo ansío mágicamente. Por fin, me hallo dispuesto entre la sabiduría concentrada de la propia voluntad, muy sucintamente anhelada. Es así, aquí me comprendo inscrito adentro en un salón sosegado y de soberana estrategia conceptual. Reparo entonces, mis ojos hacia el mural que se sabe inventado al fondo del lugar. Esboza un bosque inmenso rodeado de muchas acacias. Hay también una que otra flor veraniega por los lados del riachuelo dibujado. Además, hay tres jóvenes atentos entre sus miradas profundas. Ellos están recostados sobre el prado, sin nada más que sus cuidados residentes. Dos de ellos, parecen estudiar algún juego ancestral de ciertos imperios en la medida que se fantasea, una tarde encendida, por allá, entre esa representación de otra realidad. 
Al cabo de un rato, me salgo de esta abstracción del cuadro. Aquí bien, atisbo la luz principal que hay regada en este mismo aposento. El reflejo cadencioso de la bombilla; riega un dorado de esperanza, ilumina algunos interminables laberintos de batalla. Para el longevo motivo, hay muchas piezas de ajedrez, expresamente acomodadas. Ellas están adornadas de diversos colores blancos a un lado; y los colores negros hacia la otra parte. Por otro ángulo, veo odiosamente polvoriento este sitio interior, lo presiento así, entre los tenues discernimientos. 
Ahora descubro a unas artistas. Las muchachas, están concertadas en la estancia de esta realidad. Son dos mujeres muy calladas. Una de ellas es rubia, coqueta es con su fragancia, su rostro es límpido y ella expresa una mirada divertida. La otra chica tiene la piel morena gracias su suavidad colombiana. Incentiva seriedad en sus gestos presuntuosos, sus cabellos son largos y negros. Ella, de ojos café oscuro y su figura la concibe delgada. Ambas están sentadas frente a uno de estos tantos laberintos, que hay alrededor del espacio ondeante, para mi honda visualización. Las jugadoras, son aún muy jóvenes ante los otros seres y sin embargo mueven muy bien sus figuras, entre los reyes y los caballos bailarines. 
Crean mientras tanto, una majestuosa partida al ritmo de un prodigioso vértigo que se va haciendo exageradamente precipitado, para mi alma calmosa. Ellas se me hacen algo curiosas. Son profusamente abstractas en su propio mundo. Mueven cada imperio en su insuperable estrategia con gran sobriedad. Además son inteligentes, ellas son pacientes con cada movimiento alternado Eso parece verse cuando las estudio precisamente. Me ven llegar a su vez, sin susto. Me echan una ojeada al rostro fatigado, me examinan de arriba para abajo. No dicen nada, acallan sus voces inocentes, entre las fichas siempre antiguas. 
Están concentradas en esta decisiva batalla de esquemas sobre guerra. Ambos imperios procuran una lucha mortuoria por conseguir hacerse al campo central del tablero. Tienen este turno las negras. La rubia mueve entonces su caballo derecho con solemne propiedad; hacia arriba hasta el territorio de guerra. Coloca asimismo esta figura en un ataque circular y dispone enseguida, para la amenaza, una torre contraria. Aquí, su enemiga de piel morena se sorprende en el acto decisivo. Agranda sus ojos negros, está en aprietos desequilibrantes. Entran al mismo tiempo unas renovadas tácticas del miedo, igual ella, trata de encubrirse en una sola sonrisa de malicia. Piensa un rato como haciéndose la recorrida del juego, analiza varios desvíos. Ya prepara una posible celada culminante, que haya de catapultarla hacía su triunfo resueltamente, bien procurado, desde antes con sigilo. Ahora, considera una última probabilidad de contraataque para lo hondo de su conciencia. Decide enseguida adelantar un peón para procurar así, una muy desconocida jugada irreversible del dragón. 
Aquí están en un instante cumbre del imaginario imperial. Se presume un final de juego impensado para estas defensoras de sus reinos apropiados. Hay a su vez una que otra alternativa, para sacar ventaja. Es claro el resto, si ellas saben atacar bien, las fichas débiles, cualquiera puede ganar. De hecho se hacen muy considerables sus cavilaciones, para estas mujeres, algo vanidosas, por el variado vaticinio de inteligencia. Ellas van construyendo igualmente unas escasas concreciones de movimientos sucintos, para cada defensiva india de rey, eso sí, no hay mucho por manifestar claramente en este imaginario, pese a ser el ajedrez, un solo arte de variantes casi inacabables.
Acaban de pasar tres minutos en la eternidad sospechosa. Así que por fin se termina esta partida inesperadamente. Acaba bajo un vertiginoso suceder de encuadres posicionales. No sé que me pasó aquí ciertamente. Casi ni me di cuenta del caudaloso final. Me distraje con la rubia que pasó ahora, por las afueras. Y ya, Aura por su parte consigue la victoria tras una estrategia sorpresiva, ante mis ojos desorbitados. Eso quiere decir que la morena de mi lado; acaba de vencer a su oponente. Ella jugaba con fichas blancas. Echa abajo un arremetido ataque realizado por Julia; sin la menor reserva posible. La jugadora rubia no pudo hacer mucho, cuando coronaron un peón en su imperio. Pero bueno, que lástima por la perdedora de ojos verdes, habrá que empezar otra partida. No pudo con sus esquemas, todo se le vino abajo lentamente, como caer en un largo abismo. Pero en fin, ella casi ni se percató de lo sucedido tras las últimas jugadas.
Ante esta sorpresa, pues la verdad, no sé que especular sobre el arremetimiento lanzado contra el rey recién asesinado. Sólo será, quedarme asombrado en medio de las vivaces celadas, entre esos manejos cuidadosos de las estrategias, fraguadas tácitamente por ambas competidoras. Que más decir, decir que están bien elaboradas sus burlas. Ambas se esfuerzan por ser mejores cada día. Eso está perfecto. Tratan de superar su intelecto cuando más pueden hacerlo, pero en fin; ellas me sorprendieron hoy porque sin esperármelo comprendí de golpe, sus grandes significados, para hacer progresar el razonamiento de este arte ilustre. Esto es íntimamente cierto para mí. Así lo pienso otra vez. En lo absoluto, solas esconden sus artificios muy bien. Lo hacen entre ocho peones, luego deciden moverse fugazmente en su laberinto insondable de cuadros inacabados. Así que toda esta simulación de cavilaciones; va deshilándose en una sola danza de figurines, entre ellas, varios alfiles y dos reinas memorables. Además estas mujeres, cuando juegan, van clarificando esta armonía, va desnudándola sobre las otras épocas, mal y bien vívidas, para nuestro recuerdo inmortal.
Han pasado algunos instantes levemente. Una de las artistas deja, por su parte, esta ciencia del ajedrez a un lado. Decide enseguida escuchar mi voz grave. Responde algunas de mis preguntas, sobre su pasión, por esta armonía de manejar ideas con las piezas. Parece sentirse algo solitaria de vez en cuando junto a su vida cotidiana. Se lo pasa muy sola en casa. Eso me dice suavemente, quizá por esta razón escogió este elevado arte. Lo hace para alejarse un poco de su realidad alterada. Espero más respuestas de su misma experiencia de ilustración. Aunque quiere seguir, ella acalla sin embargo, su canto opacado. No emite más que algún suspiro de simple esperanza. Así que no insisto más por mi parte. Por lo pronto procuro no molestarla ahora, para su relajamiento muy bien preferido. Esta mujer cierra de repente sus párpados. Después decide rememorar esta partida inmediata, mientras yo sigo esperando por ella. Aguardo, para que me enseñe algo más sobre sus cuidados propios en el tablero ajedrezado. Igual, tampoco quiere decírmelo. Es una muchacha algo temerosa. Es reservada con sus secretos de concepción analítica. De esto para qué tener dudas, cierto, así es ella como mujercita. 
Así qué en este escaso presente, todos optamos por quedarnos, bajo una ceremonia abstracta de confianzas reunidas. Digo muy poco al viento de esta fantasía, por mi parte, algo reiterada. Sólo permanezco quieto en una santa calma. No hago mucho entre las sutiles divagaciones de trastornada elocuencia. Pienso a mi paso por quedarme otro rato aquí, entre la sonrisa de las muchachas. Espero, porque quiero conocer al maestro de estas chicas. 
David es quien prefiere entrenarlas estrictamente. No tardará en estar junto con nosotros; dicha presencia de cultura. Eso me dijeron estas muchachas de anhelante triunfo entre sus corazones. Sigo aquí sentado en la silla de las meditaciones. Presiento ahora la cercanía del maestro. Lo presagio bajo estas nociones de trasparencia purificada. Son unas vagas fugacidades que me vienen a la memoria. En lo posible, David estará observando cualquier variante del juego acabado. Lo hará para develar algunos movimientos, causados por dichas artistas.  
Se quiebra entonces así, este corto suceder del tiempo, para mí solamente. Ocurre todo lo demás inesperadamente. Distingo que se me muestra el espacio; algo grácil en esta temporalidad de mucha complejidad. Con resonancia se realiza lo imposible. Es fantástico cada recurrir aplacado para mis instantes insospechados. Desde luego, viene el maestro hacia nosotros. Acaba de arribar al salón. Va ingresando sin mayor recogimiento. Percibo su mirada profunda en todo su exterior. Camina con propiedad, sin demostrar el menor recelo entendido. Lleva sus manos en los bolsillos de un traje azul clarificado para su saber artístico. Y así su cabello entrecano, manifiesta cualquier rumbo por la vida de estos muchos hombres progresistas; vistos en las ciudades de gran reconocimiento científico. El maestro es además taciturno. Eso se siente en su alma, residente bajo un aleteo suspicaz, hecho de muchos procederes armoniosos.
A su ahora, se ubica por ahí en la silla central, junto a unas de las mesas corroídas por los gorgojos. Se hace a nuestro lado entre una que otra sonrisa. Me saluda en su momento con una seriedad muy recordada. Lo intenciona entre un hola sincero. Enseguida, pasa por extenderme su mano blanquecina. Es sencillo y es noble. Así es David. Eso es muy bueno. Así era como yo lo ideaba antes del pasado. Que grato por su forma de ser única. Ojalá hubiera más señores de bondad como dicho ajedrecista. Ojalá hubiera menos personas orgullosas entre los tantos que somos en esta ciudad de inesperadas lunas invernales.
Entre tanto David, ante mi presencia, dice que salgamos a dar una vuelta con las otras artistas. Pareciera que él me conociera de alguna época. Qué extraño es todo este recuerdo. Según veo esperaba mi arribo en este lugar de apaciguada concentración. En fin, aún no sé qué será de su recóndita intuición. Sólo quiere que tratemos este hermoso juego, que sucedió hace poco. Así que lo mejor, será estudiarlo en las afueras de cualquier bosque clareado. Eso nos dice con su voz gruesa. Luego, se ofrece para que salgamos del encierro en que estamos. Así entonces solamente decidimos asentir, sin la menor resaca posible. Ya pues, sin ninguna presunción, por parte de nosotros, nos vamos y nos alejamos de esta estrechez que se entiende, muy mal sabida. Esperamos estar al otro lado del umbral. Cruzamos ahora una tras otra realidad a través de esta imaginación incisiva. Pienso mientras tanto en el escritor, Hugo Ruiz, para recordarlo con más ilusiones. Veo develado enseguida un día contrariado. Parece ir al revés desde algún modo asombroso. De momento, pues se destiñen unos grandes alrededores culminados en este otro jardín edénico. Voy a pie sin mucho escozor en compañía de los ajedrecistas. Camino junto a la mujer rubia del mismo arte ancestral. Ella es para mí una jugadora inmortal y nos hallamos entre unos árboles floridos tranquilamente. Entreveo al mismo tiempo un curioso amanecer resistido en este universo inventado. Un sol ardiente al fondo del cielo azul. Y suena el rumor del río, por un lado del bosque en la medida que nos recostamos sobre el prado para seguir así, concretando otra eternidad. Eso es todo lo que puedo recordar en este presente. Desde luego, todo el espacio, ya se va alejando raramente de mí, hasta la otra caída de los umbrales.  

Rusvelt Nivia Castellanos,
Cuentista de Colombia.
Pintura del cuento, por John Lavery,
Las jugadoras de ajedrez.

Leer más...