miércoles, 19 de noviembre de 2025

JULIO SÁNCHEZ MINGO - A BORDO DEL BARCO EL TEMIBLE


ARTISTA DEL CUENTO
JULIO SÁNCHEZ MINGO

 A BORDO DEL BARCO EL TEMIBLE

A Helena y Gonzalo

Ella era una preciosa morenita de siete años y él un niño pequeño de cabellos y ojos claros, que tenía cuatro años. 
Para aquel día de aventuras inolvidables, la niña y el niño, estaban a bordo de un barco llamado, El Temible. 
Al comienzo de la mañana, ellos en un puerto de Jamaica, se acercaron al lugar marítimo, que había sido reconquistado por los ingleses, donde admiraron a un precioso navío, que había atracado para recargar agua, comida, municiones y otros pertrechos. Las autoridades británicas de la isla, fomentaban las irrupciones contra los españoles y permitían aprovisionarse de los navíos bucaneros, aunque exigían a sus marineros, guardar las apariencias de paz, cuando estaban en tierra firme. Sólo izaban las banderas de la cruzada y la calavera, cuando prestos al combate, hacían los ataques con sus armas en los mares.
Ante el interés de los dos niños, un gordinflón y veterano marinero, con una pata de palo en la pierna izquierda, un garfio por mano derecha y un parche tapando el hueco de su ojo izquierdo, que había perdido en un combate, se ofreció a mostrarles aquel esbelto barco. Había sido construido en el astillero de Guarnizo y había sido capturado por una flotilla corsaria de la Armada Católica en un combate desigual, por el número de efectivos empleados por las dos partes contendientes. Tan ensimismados estaban con la visita al barco y las explicaciones del simpático pirata, que apenas quisieron darse cuenta, el barco ya navegaba veloz por un alón del mar. La angustia se apoderó de los dos pequeños. 
¿Qué pensarían sus padres y sus madres al percatarse de su desaparición? Ellos imaginaban a su madre llorando desconsoladamente y a su padre, lleno de la desesperación. El tullido filibustero, se apiadó de la niña y el niño. Se brindó a esconderlos en un compartimiento de reducidas dimensiones, donde los niños pudieran acomodarse en aquel sector del barco y pudiera alimentarse con galletas, queso, agua y algunos pescados en salazón, hasta que volvieran la puerto de nuevo. Así por cierto lo acordaron y ellos viajaron durante un tiempo a través del mar. Sin embargo, aquella brisa fresca, que hacía viajar la nave, roló por un costado en una fuerte ola y a medida que hizo un fuerte temporal, obligó al capitán a guarecer y fondear el barco en un arenal, cercano a Jamaica. Helena, quien era muy espabilada y nadaba como una sirena, aprovechando la primera oscuridad de la noche, tomó a su hermano de la mano y saltó al agua por la banda opuesta, la cual era vigilada por el marinero borrachín, quien más que hacer guardia, soñaba con barriles de ron y escudos de oro de la antigua Sevilla. Para ella, llegar a la orilla, pese a remolcar a Gonzalo, abrazado a sus hombros y cuello, fue nadar y simplemente cantar. Afortunadamente, aquella playa de fina arena, que alcanzaron con celeridad, no estaba muy lejos de la morada familiar. 
Ya en la noche cerrada, llegaron a su casa, donde sus padres y sus madres los recibieron con los brazos abiertos, dando grandes muestras de alegría. Y finalmente cierto, sus progenitores cuando escucharon la historia de la niña y el niño, no creyeron en su odisea marítima, la cual pensaron que era una historia de fantasía, que ellos se habían inventado en la playa de Jamaica, para ocultar alguna travesura infantil.

Julio Sánchez Mingo;
Artista de España.
Pintura del texto,
por Claude Monet,
La Noche de los Efectos.

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