jueves, 19 de marzo de 2020

ANÓNIMO - LA EPOPEYA DE GILGAMESH TABLILLA V


ARTISTA DE LA EPOPEYA
ANÓNIMO

TABLILLA V
EL COMBATE CON HUMABABA

Allí se quedaron maravillándose ante el bosque, 
contemplando los majestuosos cedros,
contemplando a la entrada del bosque.
Por donde Humbaba iba y venía había un sendero,
el sendero era recto y el camino bien hollado.
Vieron la Montaña de los Cedros, 
morada de los Dioses y trono de las Diosas.
[Ante] la montaña los cedros ofrecían su abundancia, 
su sombra era dulce y llena de placer.
[Frondoso] y enredado estaba el espino, 
el bosque un dosel envolvente,
cedros, árboles de ballukku.

* * *

De pronto los puñales, 
y de las vainas las hachas se untaron,
hacha [y] puñal, uno,
entraron con sigilo en el bosque y
allí estaba Humbaba.

* * *

Gilgamesh [abrió su boca para hablar,]
[diciendo a Enkidu:]
«Qué, [amigo mío]».

* * *

[Para] Enlil,
Enkidu [abrió su boca para hablar,]
[diciendo a Gilgamesh:]
«[Amigo] mío, 
Humbaba, uno a uno,
[Dos] vestidos, sin embargo,
incluso una ladera suave dos 
[ascendiendo pueden conquistar].
Dos, una soga de tres cabos [es difícil de cortar],
[incluso] un poderoso león a dos cachorros [puede vencer]».

«Hemos llegado a un lugar adonde un hombre no debe ir,
preparemos nuestras armas en la puerta de Humbaba».

[Enkidu] declaró a su amigo:
«La arremetida de una tempestad es el fiero Humbaba.
[Como] el Dios de la Tormenta nos pisoteará».

Los héroes están cara a cara con el guardián del bosque;
Humbaba abrió su boca para hablar,
diciendo a Gilgamesh:
«Que los necios reciban consejo, Gilgamesh, 
de los rudos y de los brutos.
¿Por qué has venido aquí a mi presencia?
Ven, Enkidu, prole de un pez, que no ha conocido padre,
vástago de galápago y tortuga, que no ha mamado leche de madre».

«En tu juventud te observé, pero cerca de ti no estuve,
¿habrías tu llenado mi vientre?
[Ahora] con traición traes ante mí a Gilgamesh, 
y estás ahí, Enkidu, como un extraño belicoso.
Cortaré el cuello y el gaznate de Gilgamesh,
su carne daré de comer al gavilán chillón, a la voraz águila y al buitre».

Gilgamesh abrió su boca para hablar,
diciendo a Enkidu:
«Las facciones de Humbaba han mudado, amigo mío.
Aunque audaces hasta su guarida llegamos para vencerle, 
veloz mi corazón no».

Enkidu abrió su boca, diciendo a Gilgamesh:
«¿Por qué, amigo mío, hablas como un hombre débil?
Con tus palabras temerosas [me vuelves] desanimado.
Ahora, amigo mío, solo una es [nuestra tarea,]
el cobre se vierte ya en el molde.
¿Avivar el horno durante una hora? 
¿Los carbones durante una hora?
Enviar el Diluvio es hacer restallar el látigo».

«[No] retrocedas, no hagas una retirada.
haz tu golpe poderoso».

* * *

Golpeó el suelo y se enfrentó a él de frente.
En los talones de sus pies la tierra se abrió por la mitad,
se hicieron añicos, al dar vueltas, los Montes de los Cedros.
Negras se pusieron las blancas nubes,
al llover sobre ellas la muerte como una neblina.
Shamash alzó contra Humbaba los poderosos vientos huracanados;
viento del sur, viento del norte, viento del este y viento del oeste,
ráfaga, contrarráfaga, tifón, huracán y tempestad.
Viento del diablo, viento de escarcha, vendaval y tornado,
trece vientos se alzaron y el rostro de Humbaba se oscureció;
no podía avanzar, no podía retroceder.

Las armas de Gilgamesh llegaron entonces a Humbaba,
rogando por su vida, dijo Humbaba a Gilgamesh:
«Eres tan joven, Gilgamesh, tu madre acaba de alumbrarte,
pero en realidad eres el vástago de [la Vaca Salvaje Ninsun].
Por orden de Shamash las montañas allanaste,
Oh, vástago, nacido del centro de Uruk, el Rey Gilgamesh».

«Gilgamesh, un hombre muerto no puede,
[yo] vivo por su señor.
Perdóname la vida, oh Gilgamesh,
déjame vivir aquí para ti en [el Bosque de los Cedros].
Los árboles que tú ordenes, custodiaré tu mirto, 
madera que sea el orgullo de [tu] palacio».

Enkidu abrió su boca para hablar,
[diciendo a Gilgamesh:]
«No escuches, [amigo] mío, 
las palabras de Humbaba, [ignora] sus súplicas».

* * *

[Humbaba abrió su boca para hablar,]
[diciendo a Enkidu:]
«Tienes experiencia en las costumbres de mi bosque, las costumbres,
también tú conoces todas las artes del lenguaje.
Debería haberte agarrado y colgado de un árbol joven 
en el camino de entrada del bosque,
debería haber dado tu carne al gavilán chillón, 
a la voraz águila y al buitre».

«Ahora Enkidu, [mi] liberación depende de ti;
di a Gilgamesh que me perdone la vida».

Enkidu abrió su boca para hablar,
diciendo a Gilgamesh:
«Amigo mío, Humbaba el que custodia el Bosque de [los Cedros;]
acaba con él, dale muerte, pon fin a su poder.
Humbaba el que custodia el Bosque de [los Cedros;]
acaba con él, dale muerte, acaba con su poder,
antes de que Enlil el más importante se entere de lo que hacemos.
Los [grandes] Dioses se volverán contra nosotros con ira, 
Enlil en Nippur, Shamash en [Larsa],
para siempre establece [una gloria] perdurable, 
cómo Gilgamesh [dio muerte al fiero] Humbaba».

Humbaba oyó [lo que Enkidu decía,]
[alzó] su cabeza y escuchó.

* * *

[Humbaba abrió su boca para hablar,]
[diciendo a Enkidu:]
«Tú te sientas ante él como un pastor,
como su mercenario [haciendo lo que se le antoje].
Ahora, Enkidu, [mi liberación] depende de ti,
di a Gilgamesh que me [perdone] la vida».

Enkidu abrió su boca para hablar,
diciendo [a Gilgamesh:]
«Amigo mío, Humbaba el que custodia el Bosque de [los Cedros:]
[acaba con él,] dale muerte, [pon fin a su poder],
antes de que Enlil el más importante oiga lo que hacemos».

«Los [grandes] Dioses se volverán contra nosotros con ira,
Enlil en Nippur, Shamash en [Larsa],
para siempre establece [una gloria] perdurable,
cómo Gilgamesh dio muerte [al fiero] Humbaba».

Humbaba oyó y [los maldijo con amargura.]

* * *

«Que ninguno de los dos llegue a viejo,
que además de su amigo Gilgamesh, nadie sepulte a Enkidu».

Enkidu abrió su boca para hablar,
diciendo a Gilgamesh:
«Amigo mío, te hablo, pero tú no me oyes,
aunque las maldiciones,
[que esas maldiciones vuelvan] a su boca».

[Gilgamesh oyó las palabras] de su amigo,
sacó [el puñal de] su costado.
Gilgamesh [le golpeó] en el cuello,
Enkidu, mientras sacaba los pulmones.

Levantándose,
[de] la cabeza sacó los colmillos como botín,
[la lluvia] en abundancia cayó sobre la montaña,
en abundancia cayó sobre la montaña.

* * *

Gilgamesh [le dijo] a Enkidu:
«Ahora, amigo mío, debemos imponer nuestra victoria,
las auras se perdieron entre los matorrales,
las auras se perdieron, su fulgor es más tenue».

Endiku le dijo a Gilgamesh:
«Amigo mío, si capturas un ave, ¿adónde van sus polluelos?
Busquemos las auras más tarde,
pues las auras corren aquí y allá entre los matorrales».

«Golpéale de nuevo, da muerte a su servidor junto con él».

Gilgamesh oyó la palabra de su compañero.
Levantó el hacha en su mano,
sacó el puñal de su cinturón.
Gilgamesh le golpeó en el cuello,
su amigo Enkidu le dio ánimo.
Él cayó, por los barrancos corrió su sangre.

Humbaba el guardián, golpeó el suelo,
hasta dos leguas de distancia.
Con él dio muerte, los bosques. 

Él. 
Dio muerte al ogro, el guardián del bosque,
a cuyo grito se hendieron las cumbres de los Cedros,
las montañas temblaron, 
todas las laderas temblaron.

Dio muerte al ogro, el guardián de los cedros,
el roto.

Tan pronto como hubo dado muerte a las siete (auras),
la red de guerra de dos talentos de peso, y el puñal de ocho,
una carga de diez talentos cogió,
bajó pisando fuerte por la frondosidad del bosque.

Descubrió la morada secreta de los Dioses,
Gilgamesh talando árboles, Enkidu escogiendo la madera.

Enkidu abrió su boca para hablar,
diciendo a Gilgamesh:
«Amigo mío, hemos talado un cedro majestuoso,
cuya copa llega hasta el cielo».

«Haré una puerta, de seis varas de altura, 
dos varas de ancho, un codo de grueso,
cuya barra y puntas, arriba y abajo, serán de una pieza».

* * *

Recorrió el Bosque de los Cedros,
descubrió la morada secreta de los dioses.
El Nacido Salvaje, sabía dar consejo, dijo a su amigo:
«Con tu fuerza solamente diste muerte al guardián,
¿qué puede llevarte deshonor? 
Domina el Bosque de [los Cedros].
Busca para mí un cedro majestuoso,
cuya copa sea tan alta como el cielo».

«Haré una puerta tan ancha como el largo de un junco,
que no tenga espiga, que se desplace en la jamba.
Su lado será de un codo, su anchura el largo de un junco,
que ningún extraño se acerque, que un dios tenga amor por [ella]».

«A la casa de Enlil el Éufrates la portará,
que la gente de Nippur se regocije con ella.
Que el dios Enlil se deleite con ella».

Ataron una balsa, pusieron [el cedro sobre ella],
Enkidu fue el timonel y Gilgamesh,
[portaba] la cabeza de Humbaba.


Artista Anónimo;
Antigua Leyenda Sumeria.
Pintura del Texto,
por El Artista del Bien,
La Batalla de Gilgamesh con Humbaba.